• 23 de marzo de 2024

Un brote de sarna diezmó la población de vicuñas y guanacos en San Juan

Un brote de sarna diezmó la población de vicuñas y guanacos en San Juan

Era la población más grande del mundo

Por Claudio Leiva

La población de vicuñas más grande del mundo se encontraba en San Juan, en Iglesia, la mayor parte en la Reserva de San Guillermo. Pero un brote de sarna diezmó la población de esos animales y también de guanacos, según un estudio de la Administración de Parques Nacionales de Argentina y la Universidad de California en Davis.

El que lo cuenta es el veterinario Aldo “Pirata” Olivares, quien se refiere al caso como “un hecho lamentable y un descuido desde todo punto de vista”.

El veterinario Aldo “Pirata” Olivares contó lo ocurrido en San Juan por los efectos de la sarna.

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El origen de lo que pasó fue un programa oficial por el cual un grupo de llamas fueron introducidas en cercanías del parque. El problema es que tenían sarna, una enfermedad muy contagiosa en la que los ácaros se introducen en la piel del animal, que se vuelve gruesa, con costras y grietas. Como resulta demasiado doloroso moverse y buscar alimento, muchos animales mueren de hambre o se convierten en presas fáciles.

Eso trajo como resultados que entre 2013 y el inicio del estudio de la universidad californiana, en 2017, las poblaciones de guanaco y vicuña se redujeron en un 95% y un 98%, respectivamente. Luego, entre 2017 y 18 se perdieron casi tres cuartas partes más. En 2019, los investigadores ya no pudieron encontrar animales en el área de los censos del estudio. No hay cifras oficiales sobre la cantidad de estos animales que habitaban el suelo sanjuanino.

Aunque la población global de vicuñas y guanacos no está amenazada, se espera que el brote de San Guillermo tenga consecuencias en cascada para los depredadores y carroñeros locales.

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Las vicuñas y los guanacos son especies de camélidos silvestres nativos de Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador y en el Perú, país en el que la vicuña es el animal nacional.

En San Juan, el estudio investigó los impactos y los orígenes del brote, que comenzó en 2014 en el Parque Nacional San Guillermo. Y que ha llevado a la casi desaparición de esos animales.

Las vicuñas no estaban preparadas para una enfermedad como la sarna, que las diezmó.

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«Este parque solía ser el Serengueti de los camélidos silvestres», dijo una de las investigadoras del estudio, Marcela Uhart, quien dirige el Programa Latinoamericano del Karen C. Drayer Wildlife Health Center, en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de California, Davis. «Ahora el parque está vacío, y los pocos animales que se ven están sarnosos”, dijo.

Los autores del trabajo rastrearon un posible origen del problema en un programa gubernamental de incentivo ganadero que introdujo llamas en zonas cercanas al parque en 2009. Algunas de estas llamas tenían sarna, la cual no causa enfermedad grave en esta especie. Pero sí en vicuñas y guanacos, que no están preparados para lidiar con la enfermedad.

La aparición de sarna en los animales provoca que se vuelvan lentos y en alimento para los depredadores.

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Las vicuñas son una fuente de ingresos para las comunidades originarias en varios países sudamericanos, donde esquilan los animales vivos para obtener su fibra suave y valiosa. Las vicuñas también juegan un rol clave en el mantenimiento del ecosistema del altiplano andino. Luego de haber sido cazada hasta el límite de la extinción, la vicuña logró recuperarse gracias a la prohibición del comercio de fibra y la esquila letal en la década de 1980. Hoy se la considera un éxito de conservación.

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La Reserva de la Biósfera de San Guillermo está ubicada en Iglesia.

En el caso de San Guillermo, según consigna el estudio, se espera que los animales vuelvan lentamente.

“Fue lamentable lo que ocurrió”, dijo Pirata Olivares. Y lo atribuyó a “a que hubo un plan de gobierno en el que llevaron llamas para la cuestión artesanal. El problema es que tenían sarna. Las llamas están acostumbradas a la sarna, tienen defensas y la soportan. Pero las liberaron y tuvieron su efecto en llamas y vicuñas”.

Consecuencias

En San Guillermo las vicuñas y los guanacos son presas importantes para los pumas, y los cóndores se alimentan de los cadáveres. Sin herbívoros silvestres en el menú, los pumas podrían recurrir al ganado para alimentarse hasta que las poblaciones de camélidos silvestres del parque se recuperen. Los cóndores también podrían tener que buscar comida fuera del parque, exponiéndose a riesgos como el envenenamiento por cebos tóxicos o el plomo de municiones de caza.

Para tener una real dimensión del daño producido con la introducción de llamas con sarna digamos que las vicuñas no son animales especialmente llamativos. Son realmente coquetas, sí, y recuerdan de algún modo a Bambi, pero apenas alcanzan los 40 kilos de peso y son más bien bajitas y saltarinas.

Pero su gran poder, muy bien conocido por la industria global del hiperlujo pero poco extendido entre la gente común, no reside en su belleza. Se circunscribe a su pelaje, que convierte cada ejemplar poco más o menos que en un diamante en bruto.

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La fibra de la vicuña es el tejido más exclusivo y caro del mundo. Se utiliza en la industria textil de lujo para confeccionar bufandas, chales, jerseys y alguna que otra chaqueta o abrigo para caballero. Normalmente, ninguno de estos productos se construye con un cien por cien de vicuña, porque la escasa producción de la fibra, su complicado manejo y su elevadísimo precio no dan para más.

La vicuña es un camélido pariente de la llama, como también lo son sus primos hermanos el guanaco y la alpaca.  Sólo se encuentran ejemplares en la Cordillera de los Andes y centralizan su vida en Perú —sobre todo—, Bolivia, Argentina y Chile.

Una bufanda de vicuña cuesta entre 2.500 y 3.00 euros con facilidad, como esta de la casa Jonston of Elgin.

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 La clave que explica el valor del tejido de este animal reside en sus cabellos: son más pequeños que los de ningún otro animal sobre la faz de la tierra.

Con la excepción de su único rival, el antílope tibetano, del que se extrae el shahtoosh, si bien con una apreciación: su venta es ilegal desde hace años porque se ha esquilmado la población. 

Cada pelo de una vicuña tiene un diámetro de entre 10 y 12 micrones. Un micrón es la milésima parte de un milímetro (0,001 mm). Para que se hagan una idea, todo lo que baje de 10 micrones es imperceptible para el ojo humano.

Para advertir tamaños de 10 micrones o inferiores, como los cinco que mide una bacteria, se necesita microscopio. Y un cabello humano tiene un diámetro de entre 75 y cien micrones.

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Pero, ¿por qué es tan importante el tamaño de las fibras? Al disponer de un pelo tan sumamente fino, las fibras de la vicuña proporcionan, al juntarse, una capacidad calorífica excepcional, pero además con una ventaja adicional esencial: su peso es mínimo.

Para cualquier bolsillo saneado atraído por los mejores tejidos, nada en el mundo podría suscitar más interés, porque ninguna fibra natural que se comercialice, ni el mohair de la cabra de Angora o la pashmina —por encima de los 13 micrones en ambos casos— se acercan a las cualidades de la vicuña.

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La única fibra que se sitúa en un plano más corto es precisamente la de uno de los congéneres de la vicuña, el guanaco, cuyo diámetro se sitúa en una horquilla de entre unos 12 y 15 micrones.

La condición intrínseca de la vicuña es lo que la convierte en tan exclusiva. Al ser sus fibras tan escasas, finas, frágiles y pequeñas, pero además tan cortas, el trabajo que se requiere para obtener un kilogramo de este preciado tejido es inmenso.

 Desde hace décadas, Perú es el epicentro de la producción mundial de vicuña —además de ser el animal oficial del país—, con aproximadamente entre el 60% y el 70% de las exportaciones mundiales de esta fibra con la que se agasajaba a los emperadores incas hace 500 años.

Ese porcentaje se entronca con una exigua producción anual de unos 10.000 kilos de vicuña. Aparte de Perú, Bolivia es responsable de entre el 20% y el 25% de la fabricación mundial de la fibra, y el resto se lo reparten entre Argentina y Chile.

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La vicuña ha tenido que estar sujeta a protección del Gobierno peruano en varias ocasiones, con el fin de protegerla de los furtivos, que dejaron la población en apenas 5.000 ejemplares a comienzos de 1960.

Tras la firma de un Convenio entre Perú, Bolivia, Chile y Argentina en 1969 para asegurar la continuidad de la especie, una posterior sobrepoblación y, finalmente, el establecimiento de una definitiva Ley de la Vicuña en 1996, este animal mantiene ya una hoja de ruta vital bastante equilibrada.

En Perú había censadas 208.000 vicuñas en diciembre del año pasado, el último registro oficial al respecto.

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Actualmente, sólo los autóctonos tienen acceso al cuidado y producción de la fibra de la vicuña, lo que ha permitido en los últimos años levantar la economía de las zonas rurales más deprimidas de Perú.

El kilo de vicuña sin procesar oscila entre 300 y 450 euros, en función del trabajo al que se ha sometido el producto. Si se entrega sucio (se denomina así), es decir, sin tocar ni deshilado, es más barato.

En los últimos años, los campesinos locales han mejorado mucho la técnica y se centran en ofrecer al proveedor la vicuña más cara, esto

Unos calcetines de vicuña pura tejidos por la casa Falke. Su precio se sitúa en cerca de 600 euros.

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Además de por sus características señaladas, la vicuña es tan extremadamente cara por su escasez.

Cada Vicuña produce sólo entre 135 y 185 gramos de fibra cada tres años, lo que no deja mucho margen de maniobra a grandes compradores de esta fibra como el gigante del lujo Moët Hennessy Louis Vuitton (LVMH), a través de su filial Loro Piana, o Ermenegildo Zegna.

Ambos son responsables de las compras mundiales de aproximadamente el 30% del stock anual mundial de vicuña. Y ambos llevan décadas intentando que se incremente la población del animal que la produce mediante acuerdos con los países locales a través de fundaciones de protección.

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Aunque seguiría siendo carísima, con una mayor población de vicuñas se obtendrían mejores precios del producto en origen, y sólo quizás entonces el producto final reduciría algo el coste del tique.

Aunque ese no parece uno de los grandes problemas para quienes están dispuestos a abonar los más de 3.500 euros que cuesta una bufanda fabricada íntegramente en vicuña por Loro Piana.

Tampoco los —a partir de— 40.000 euros de un abrigo Chesterfield para caballero (para confeccionarlo se necesita la fibra de casi 30 vicuñas) o los más de 90.000 euros que se pagaron hace cinco años por un traje para hombre construido en Londres a base de vicuña (20%), Qiviut (buey almizclero nórdico) y pashmina. Con la hilatura vertical del traje en oro y con botones de diamantes.

En teoría, es el traje para caballero más caro del que se tiene noticia hasta la fecha, con un precio hasta 10 veces superior al de un dos piezas de lana con incrustaciones de diamantes que comercializa la casa Scabal, el que se supone es el tejido ‘normal’ más caro.

El sastre Steven Hitchcock comenzó a patronar un abrigo construido en vicuña para Carlos de Inglaterra en 2000. Se lo entregó un año más tarde, y desde entonces ha acompañado en varias ocasiones al actual rey.

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Sólo un puñado de firmas, y se cuentan con los dedos de una sola mano, han logrado trabajar partidas enteras de vicuña con éxito, y no sólo por su delicadísimo y difícil hilado, sino por cuestiones tan sencillas como que un teñido mal aplicado se cargaría al instante la fibra.

Holland & Sherry, un fabricante de tejidos escocés cuyas colecciones de temporada suelen estar disponibles en la mayoría de las grandes sastrerías españolas  empleó cinco años en juntar remesas suficientes de vicuña para, hace ya un lustro, ofrecer una terna de 18 trajes de dos piezas para caballero en vicuña cien por cien. Sin mezclar.

No fue la primera vez que una compañía utilizaba la vicuña, pero sí fueron pioneros en convertir su fibra bruta, fina, corta y quebradiza, en un rollo de tejido uniforme con el que poder trabajar. En ese proceso tardaron año y medio más.

El resultado, tres tipos de colores disponibles (natural, negro o azul marino) a 40.000 euros la unidad. El Rey de Marruecos, Mohamed VI, tiene tres.

El rey de Marruecos, Mohamed VI

Fuentes: BBC de Londres, DW de Alemania, Magazine Horse, El Economista