- 15 de febrero de 2025
“Vivo un sueño”

LA HISTORIA DE “PURRUCO” ANTUÑA, EL TECNICO QUE LLEVO A SAN MARTIN A LA LIGA PROFESIONAL
Llegó a San Martín con 4 años, hasta durmió en el club y ascendió como jugador y DT. Los detalles desconocidos del entrenador, miembro de una familia con cuatro generaciones ligadas a la institución. La cuenta pendiente por el fallecimiento de su padre. Y su ingreso a la historia grande del Verdinegro.
Cada vida tiene su historia, pero pocas vidas terminan siendo de película. Raúl Adolfo Antuña (51) vive inmerso en una historia en donde cada paso supera la sorpresa del anterior, como si fuera protagonista de un relato épico de un narrador inconformista.
A los cuatro años llegó a San Martín y se enamoró de los colores, los olores y los atardeceres de Concepción. Con los botines puestos ascendió dos veces al Nacional B y una a Primera División, algo que repitió como técnico.
Pero la epopeya del domingo 8 de diciembre no parece el cierre circular a una historia de no-ficción, sino la continuidad de un guión insaciable con un final lejano e imprevisible.
Como una rúbrica indeleble sobre un papel membretado, el técnico aclara: “Tal vez no lo deba decir yo, pero quedé en la historia del club”.
Aunque hay algo que, si pudiera, cambiaría de la película de su vida: “Me hubiera gustado que mi viejo hubiera estado vivo para verme ascender como técnico”. Adolfo Horacio se fue el 8 de febrero del año pasado. Fue en el inicio de otra gesta histórica del Verdinegro que tuvo a su hijo como timonel final.
“Haber logrado el ascenso con San Martín y dirigir en Primera es tocar el cielo con las manos. Estoy viviendo una historia, un sueño hecho realidad”. Raúl sospecha que la narrativa de su vida tendrá más giros novedosos. Tal vez por esa incertidumbre, después de cada partido casi no puede dormir. “Los fanáticos no lo disfrutamos, lo sufrimos”, dice. Porque “cuando estás en el club del que sos hincha, las exigencias te las ponés vos y son el doble”.

Hizo todas las inferiores en el Verdinegro. “Yo he dormido en el club. Llegaba a las nueve de la mañana a San Martín y después dormía la siesta. Estaba todo el día en el club”.
Una vida en el club
Raúl llegó a San Martín en 1977. El culpable fue su abuelo paterno, que buscó que la tercera generación de Antuña también se tiñera de “esperanza y luto”. “Me llevó por primera vez a la escuela de fútbol, que en ese momento encabezaban Rogelio Mallea y Juan José Chica”, recuerda el DT.
Hizo todas las inferiores en el Verdinegro. “A los 17 años debuté en la primera local y también integré el plantel del primer ascenso al Nacional B en el ‘91”. Además fue clave en la final del ascenso definitivo a la segunda categoría del fútbol nacional en 1995. Pese a no poder jugar por estar lesionado, también fue parte del plantel que llegó a la élite en 2007.
“Yo he dormido en el club. Antes estaba la pileta, me bañaba y me quedaba en la casa de los Luna (antiguos cuidadores que vivían atrás de la Platea Este). Llegaba a las nueve de la mañana a San Martín y después dormía la siesta. Estaba todo el día en el club”, le cuenta a El Nuevo Diario.

“Con mi viejo discutíamos más de lo que nos poníamos de acuerdo, por nuestras personalidades fuertes. En los gustos futbolísticos éramos contrapuestos. Pero fue un consejero que siempre me ayudó y me dio contención. Hasta en sus últimos días seguía los partidos de San Martín”.
Los Antuña
Adolfo, el “Purruco” padre, también supo lo que es ponerse el buzo de entrenador, y su máxima fidelidad la demostró con décadas como dirigente. Su vida era San Martín. Por eso Raúl no aguantó las lágrimas en el estadio de Belgrano de Córdoba ante la televisión porteña: “Esto es para mi viejo, que dejó la vida en el club”.
Decir Antuña es referir a San Martín: es, quizás, la familia con más miembros allegados a una institución que es modelo en San Juan.
El nombre que ahora terminó de ingresar al libro grande del club es el del “Purruco” hijo, el Antuña más sobresaliente de una película que sigue generando legendarios capítulos.
“San Martín es todo para mí. Es una vida ligada a la familia Antuña. Haber logrado tantos ascensos como jugador y ahora como técnico es muy lindo. Mi abuelo paterno fue dirigente de la institución. Mi tío abuelo jugó en San Lorenzo, San Martín y Desamparados. El hermano de mi viejo jugó acá. Un sobrino es vocal ahora. Mi tío ‘Poli’ (Walter, falleció el año pasado) y mi primo Marcelo también estuvieron en el club”, enumera Raúl.

El técnico tiene dos hijos: Tiago, de 26 años, y Guillermina, de 9. La más chica heredó el amor por los colores de su padre y ya es parte de la cuarta generación de Antuña con esa pasión. “La Guille me sigue a todos lados, es fanática de San Martín. Le gusta ir a las concentraciones, viajar. Anda todo el día con la camiseta. Por la edad no me vio jugar, pero sigue mi carrera como entrenador”, dice con alegría
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El técnico tiene dos hijos: Tiago, de 26 años, y Guillermina, de 9. La más chica heredó el amor por los colores de su padre y ya es parte de la cuarta generación de Antuña con esa pasión. “La Guille me sigue a todos lados, es fanática de San Martín. Le gusta ir a las concentraciones, viajar. Anda todo el día con la camiseta. Por la edad no me vio jugar, pero sigue mi carrera como entrenador”, dice con alegría.

“Mi tío abuelo jugó en San Lorenzo, San Martín y Desamparados. El hermano de mi viejo jugó acá. Un sobrino es vocal ahora. Mi tío ‘Poli’ (Walter, falleció el año pasado) y mi primo Marcelo también estuvieron en el club”, enumera Raúl.


La élite y el exterior
En 1993, el Purruco se fue a Deportes La Serena, de Chile. Tras su vuelta al Verdinegro para ascender al Nacional B fue vendido al Elche de España en el ’98. “Yo hice los pasos al revés: pasé de la B al fútbol europeo y de ahí vengo a Primera División”, recuerda.
Un secretario técnico del equipo español, que por entonces disputaba la primera categoría del ascenso, llegó a Argentina a mirar jugadores. “Yo tuve seis meses muy buenos. Me venían siguiendo y de un día para otro se dio la contratación. Fue un cambio muy grande pasar al fútbol europeo. Tuve que adaptarme, me costó mucho”, describe Antuña sobre su paso por ese club cercano a las grandes playas de Alicante.
De regreso al país, se incorporó a Gimnasia de Jujuy para hacer realidad un anhelo de niño: tuvo la “satisfacción de jugar en Primera División”. Con el Lobo jujeño enfrentó al Boca de Carlos Bianchi, en donde estaba Juan Román Riquelme, y al River dirigido por Ramón Díaz. En esa época pudo intercambiar camisetas con Diego Cagna, Rodrigo Palacio y Diego Placente.
El Purruco también dejó su sello en Ecuador, en donde vistió las camisetas de Aucas, Deportivo Quito, Olmedo, Deportivo Cuenca, Macará y Deportivo Azogues. “Ese paso me marcó en muchos aspectos: fui elegido el mejor extranjero del año y salí campeón”, dice el exfutbolista.

En Instituto de Córdoba, Raúl Antuña fue dirigido por Gerardo Martino. El 8 de diciembre, el rosarino estuvo atento a la final y le dejó un mensaje de WhatsApp: “El Tata y su cuerpo técnico me felicitaron. Lo que tiene él como técnico lo tiene como persona: vos le mandás un mensaje y te contesta”.
Otro sueño cumplido
“Nunca me imaginé que íbamos a ascender y lograr todo esto que hemos logrado”, aclara el hombre que formó un equipo de trabajo con profesionales y amigos que también son parte de la historia del Verdinegro: Rodolfo Rodríguez, Alejandro Schiapparelli, Fabián González y ahora Mauricio Magistretti. “Los elegí y los seguiría eligiendo”, reconoce.
Cuando ascendió en Córdoba había una película en su cabeza, en la que pasaban imágenes de los momentos en los que estuvo sin trabajo, cuando “mucha gente no abría las puertas”. Pero también recordó a quienes siempre lo apoyaron. Ahí sobrevino la mirada de su papá. “Fue un año duro en el que San Martín me cerró muchas heridas”, revela.
El guión estaba escrito de tal forma que el Purruco consiguió el ascenso como DT el mismo día en que 20 años antes ganaba la liga ecuatoriana, dándole su única estrella al Deportiva Cuenca. Y en Alberdi, Antuña grabó su nombre para siempre con la verdinegra: “Soy el único que ascendió a Primera como jugador y después como técnico de San Martín”.
