• 13 de julio de 2024

Indignidad

Indignidad

POR EDUARDO QUATTROPANI

Siempre me he enorgullecido de que, sea cual fuere el cargo o función que me ha tocado desempeñar, jamás, pero jamás, me he aprovechado de mi posición para faltar el respeto o “usar” a un colaborador para librar algún tipo de batalla.

Es más, es de público conocimiento -en nuestro ambiente- que mis controversias, por lo general, lo son respecto a funcionarios o personajes de mayor relieve que el mío.

Quienes nos hemos criado “en la canchita del barrio” y no entre jóvenes egocéntricos, hemos escuchado esa frase propia de la sabiduría popular, tal cual lo es: “… no seas canalla, ¿no ves que es más chico que vos?” o “… no seas canalla, no uses al niño”. Sentencias estas cargadas de un contenido ético y moral que sólo un extraviado espiritual puede no comprender.

Hacerle rubricar a una dependiente un escrito porque no se tiene agallas para firmarlo por sí, intentar usar un mensaje “de confianza” como “balín de goma” en una batalla para la que no se tiene valor de enfrentar, permite sacar, mínimo, un par de conclusiones. Una, que se está sumergido en una decrepitud espiritual, y la otra, que se está absolutamente oscurecido, paradójicamente, porque le prendieron la luz “y el público lo vio en su harapo intelectual”.

Téngase por seguro que el indigno tiene la batalla perdida antes de empezar, pues no tiene fortaleza moral para sostener sus posiciones.

Téngase por seguro que el indigno sólo puede sobrevivir si se le tiene miedo, pero también, que todo se soluciona parándose firme, ello, pues en él anida el temor de perder la posición a la que accedió de puro amigo y a pesar de sus fracasos.

Jamás me enojaría con la persona “usada”, pues sólo es víctima de la cobardía y abuso del indigno.

Ser digno, esa es la cuestión.