Por tener que escuchar los discursos «pura cáscara» de quienes jamás vieron las caritas de niños abusados, de quienes jamás vieron un video de “degenerados” violando niños, de quienes jamás salieron llorando y con «la cabeza quemada» de una videograbada; la verdad, es muy difícil de bancar.
Por tener que ver los shows mediáticos de jornadas, conferencias protagonizadas por los «junta papeles» que jamás atendieron a una mujer golpeada en todos los sentidos y que, sentada con sus niños en la puerta del CAVIG, duda en entrar a denunciar.
Por tener que escuchar a imbéciles que preguntan para qué se quieren psicólogas y médicos las 24 hs. en clarísima señal de que jamás ni pasaron por la puerta de una UFI para ver a una psicóloga arrodillada ante la víctima dándole herramientas para que se libere del sometimiento que padece.
Por tener que escuchar a «mermos jurídicos» jugar en sus despachos a solucionar homicidios y demás delitos en base a lo que aprendieron en alguna policial de Netflix, y jamás vieron un cadáver.
Por verlos apresurados en adornar con lucecitas de colores y otras yerbas que no le solucionan la vida a nadie ni ayuda a que se la solucionen.
Por ver a nuestros jóvenes absolutamente comprometidos con la función dentro de un ambiente que los invita, por el contrario, a participar en una sociedad de poetas muertos.
Por ver jugar como “hijos de padres ricos” malgastando recursos en nombre de sus egos y ahorrando en recursos básicos.
Ese cansancio no puede transformarse en rendición sino, por el contrario, debe traducirse en rebeldía, sin importar el costo de la misma.
Ciertamente, lo que se dice molesta a quienes se sienten comprendidos en la descripción y creen superar su ignorancia descalificando personalmente o jugando a la campana del silencio o al “todo pasa”. Error grave.