• 28 de octubre de 2022

Los extranjeros que eligieron a San Juan para quedarse a vivir  

Los extranjeros que eligieron a San Juan para quedarse a vivir  

Muchos son de países latinoamericanos pero también hay europeos que se desempeñan como docentes, músicos, se dedican a las artes visuales y sonoras, y la producción de televisión. Se enamoraron de la provincia y aunque extrañan su tierra natal, no tienen intenciones de regresar.

En una época en que es noticia que cada vez más sanjuaninos tramitan su visa, o incluso comenzaron con la ciudadanía española para emigrar y buscar otras oportunidades, parece hasta contradictorio encontrar historias de extranjeros que deciden apostar todo por San Juan, formar una familia y quedarse a vivir.

Son historias diversas, pero atravesadas por un leitmotiv: les encanta la provincia y creen que a pesar de la crisis, acá todavía se puede vivir en paz. De este modo, estos inmigrantes que vuelven a copar las tierras del oeste argentino, le ponen el pecho al trabajo, tratan de conservar las costumbres de su tierra natal a la que todavía añoran. Pero acá encontraron un hogar.

Hay casos en los que encontraron en San Juan el amor, se casaron y constituyeron una familia. Otros, los enamoró el paisaje, el clima y también la gente. Los motivos son diversos pero en todos los casos rescatan las virtudes de esta provincia.

Antes de llegar, poco sabía de San Juan. A muchos los trajo la casualidad. Pero algunos, con historias de crisis en su país natal, no tardaron en encontrar en esta tierra albergue para desarrollarse en su profesión o en encontrar un nuevo camino. Lo que todos afirman es la tranquilidad con la que se vive en esta provincia y la calidez de su gente.

MATTEO PAGLIAROSI

“Llegué a San Juan por un festival y me quedé”

Nació en Frosinone, Italia, su vida profesional está relacionada al arte y al sonido. Hace unos años, lo invitaron a participar de un festival que había organizado Italia y Serbia y por eso llegó a San Juan. Así, Matteo Pagliarosi, desembarcó en la provincia en 2016 para no dejarla más. El italiano eligió estos pagos como residencia definitiva y fue acá donde armó su familia. Esta es la historia que contó en el programa La Ventana.

“Llegué por un festival, pero acá conocí al amor de mi vida, me casé y ahora tengo una hija de 4 años”, cuenta Matteo que se dedica a la pos producción de sonido, entre otras cosas. Es licenciado en Escultura de la Academia de Bellas Artes de Frosinone, donde se dedicó a la investigación artística visual y sonora. Luego siguió sus estudios en Roma, obteniendo el título de técnico en sonido para cine. Pero es desde el 2012 que trabaja como editor y diseñador de sonido para diversos formatos audiovisuales. Además, participa como artista sonoro y exhibe sus obras en espacios públicos y académicos tanto en Italia como en Argentina. Sin embargo, sigue eligiendo San Juan para vivir porque acá “se vive tranquilo”. “Me encantan y amo los paisajes. Son particulares, sobre todo para mí que vengo de afuera. El amarillo, el marrón, el sol fuerte me fascinan”, dice el italiano.

Respecto a los momentos por los que atraviesa el país, dice que “se trata de una crisis de identidad. Hay nuevos movimientos, no sé a dónde vamos, pero si veo una crisis general, política, juvenil, emocional. No puedo decir ahora si es positivo o negativo”. En cuanto a los nuevos modos de trabajo, asegura que es beneficioso para él porque, gracias a la tecnología sigue trabajando para Italia y a la vez para este país. 

 

ROSABELL MEDERO

“Vine como visitante y encontré una gran oportunidad”

A fines de 2018, Rosabell Medero puso un pie en San Juan. Se puede decir que fue un amor a primera vista. Si bien llegó a la provincia porque la invitó una pareja de sanjuaninos que conoció en Cuba, no tardó en encontrar su lugar donde puede desarrollar su profesión con mucha pasión y dedicación.

Rosabell tiene 27 años, nació en Cuba y acá estudia la licenciatura en violín y también es profesora de iniciación en la Orquesta Escuela San Juan, sede Capital. Empezó con la música cuando tenía 7 años, asistiendo a una escuela profesional de su país. Fue porque en su casa detectaron que era buena para la música. “Mi papá me estimuló a escuchar mucho de todo y fue quien se dio cuenta que tenía oído y era afinada. Entonces empecé con el piano y el violín”, dice Rosabell.

Así fue que empezó con sus estudios, pero no tardó en decidirse por el violín. La cubana cuenta que fue porque se trata de un instrumento que se puede trasladar fácilmente, pero con el tiempo se enamoró de él. Con el violín bajo el brazo se dedicó a tocar para los turistas que se alojaban en los hoteles, hasta que decidió visitar a unos amigos que eran sanjuaninos.

Cuando llegó a la provincia descubrió que había una carrera universitaria de música, algo que no pudo hacer en Cuba, y no tardó en comenzar a estudiar. “No me imaginé viviendo en San Juan, pero pasó. Me enamoré y me casé, dudo que me vaya de nuevo a vivir a Cuba, solo iré a ver a mi familia”, contó.

Rosabell golpeó todas las puertas cuando llegó, incluso contó que se dedicó a limpiar casas para poder mantenerse, tocaba en bares donde comenzó a hacerse más conocida, mientras estudiaba música. Fue cuando conoció a Jorge Rodrigo, el director de la Orquesta Escuela San Juan, y comenzó a trabajar como docente, formando a los más chiquitos. “Sé que soy una privilegiada. Los extranjeros que van a otros lugares, difícilmente trabajen de lo que son o saben hacer. Sin embargo yo estoy en lo mío. Algo que no podría hacer en Cuba”, agrega.

Para la cubana el futuro no está escrito. Pero sabe que San Juan es su lugar en el mundo y donde está el amor y el trabajo. “Este país está complicado, pero Cuba está mucho peor.

Acá hay pobreza, sí, pero todavía se pueden conseguir alimentos, artículos de aseo, algo que en Cuba no pasa. Allá un niño no tiene la opción de comer una golosina”, cuenta Rosabell, agregando que en Cuba todo es extremo, incluso las dificultades para comunicarse con su familia. “Le escribo a mi mamá todos los días, pero debo esperar para que me responda. Internet es caro y escaso, no es nada fácil”, dice.

Enamorada de San Juan, no duda en afirmar que conoció varias provincias de Argentina, pero sigue eligiendo este lugar, por la calidad de su gente y por la paz en la que se vive. “Si me voy a otro lado, siempre termino extrañando San Juan”, concluye Rosabell.

MOISÉS MATOS

“Vine por unos meses, luego todo fluyó y me quedé”

Moisés Matos es productor y editor de tv y tiene 29 años. Hace 7 que llegó a San Juan por un tiempo, pero nunca más se fue. Nacido en Barinas, un pueblo similar al de San Juan, según cuenta, estudió en la capital venezolana y por eso, cuando vino a la provincia, una de las cosas que más le atrajo fue la tranquilidad.

El venezolano llegó primero a Buenos Aires, y según cuenta, por un tema de trámites para conseguir la residencia más rápido, vino a San Juan. Lo que empezó siendo una estadía por unos meses, luego se convirtió en definitiva. “las cosas fueron fluyendo y me fui acomodando acá”, dice Moisés.

“Decidí quedarme porque este es un lugar tranquilo. Aunque acá no lo vean, San Juan es uno de los lugares con menos inseguridad. Uno se siente libre. Yo nací en una provincia como ésta, pero estudié en la Capital y me adapté a ese ritmo, siempre atento, mirando a todos lados, siempre viendo quién se monta en el metro al lado tuyo. Pero acá es distinto. La gente de San Juan me hace sentir como que estoy con mi gente. Son cálidos y por eso me siento afortunado”, cuenta Moisés.

Asegura que ya le tomó tanto cariño a la provincia que se siente en casa, como le dice una amiga, es un “veneargento”.

En cuanto a la posibilidad de regresar a Venezuela, aseguró que no volvería. El sueño de Moisés es ser director de cine, hacer películas y vivir de eso. Y si bien fue en Venezuela donde se formó, y egresó, la idea es poder trabajar tranquilo fuera de ese país. El objetivo a nivel profesional es continuar su formación acá porque dice que lo recibieron con las puertas abiertas.

“Iría solo de vacaciones algún día. No es que no extrañe, pero no está en mis planes a corto plazo. Además, ir como venezolano es mucho problema. Afortunadamente ya tengo la nacionalidad argentina. Y me siento afortunado porque amo este país y esta provincia y a toda su gente. No me arriesgaría a volver”, cuenta. Con un dejo de nostalgia, rememora lo difícil que es la vida en su país natal y por los momentos complicados que están pasando. También asegura que para los venezolanos que están fuera de su país, el retorno es muy complicado aunque se tenga la doble nacionalidad como le sucede a él.

En cuanto a lo que más le gusta de esta provincia, dice que son sus paisajes, su arquitectura y su historia, además de la gente, de las costumbres. Desde que llegó en 2016, vio muchos cambios en San Juan. “Es lindo crecer al ritmo de esta ciudad”, confiesa Moisés.

Al año siguiente de llegar a San Juan, se trajo a su mamá de vacaciones, le propuso quedarse y desde entonces vive con su hijo. Por la pandemia, no pudo volver a reunirse con el resto de su familia (hermana y hermano con sus hijos) y que siguen en Venezuela. A esto se suma la situación económica por la que están pasando allá.  

“Los extrañamos mucho, sobre todo mi madre que no ve a sus hijos y nietos. Pero tengo la esperanza de que nos volvamos a reunir algún día. Lo que será seguro es que la reunión se llevará a cabo en San Juan”, dice Moisés sin bajar los brazos sobre la posibilidad del reencuentro con su gente que no ve desde 2016, año en el que decidió salir de su tierra natal.

“Esta provincia nos ha dado estabilidad y tranquilidad”

Para el matrimonio fue la decisión más difícil. Tener que dejarlo todo, su vida, su familias, sus proyectos. Pero la situación no daba para más y tomaron la iniciativa de dejar la tierra que los vio nacer. Y tomaron un nuevo rumbo, para llegar a San Juan. Así, en un abrir y cerrar de ojos, la vida de Astrid Nieto y Lenyer Dávila, dos venezolanos de 31 y 33 años respectivamente, les cambió por completo.

La pareja todavía no tiene hijos y llegó a San Juan en agosto de 2018. Los movilizó la dura crisis por la que atraviesa Venezuela, tanto política, como social y económica. Así decidieron llegar hasta esta provincia para buscar un futuro mejor. Al llegar se encontraron con gente amable y tranquila, según contaron. “Lo que más me gusta de esta provincia es la tranquilidad y que al fin pudimos conseguir una cierta estabilidad, más allá de los problemas económicos que se atraviesan acá, no somos ajenos a ellos, pero estamos mil veces mejor que en Venezuela”, cuenta Astrid.

El desembarco no fue fácil porque un año y medio después la pandemia también atravesó sus vidas. Sin embargo, de algo siempre estuvieron seguros y es que en las condiciones que se encuentra Venezuela, no pueden regresar.

Así fue que con mucho esfuerzo y horas de trabajo pudieron abrir un almacén al que llamaron Maracaibo. Si bien el fuerte es la venta de productos argentinos, también se dan el lujo de ofrecer alguna que otra cosa venezolana. El negocio se encuentra cerca de la Terminal de Ómnibus de Capital. A este negocio lo abrieron en septiembre de 2021, y ponen todo su empeño para que funcione.

“Vendemos a restaurantes que hacen arepas, a  venezolanos que residen acá y a los argentinos que están muy familiarizados con los productos de nuestra tierra natal, sobre todo arepas tequenos y el queso merida llanero venezolano”, agrega la mujer.

Muchas horas al día le dedican a este emprendimiento que es el sustento económico que tienen. No se olvidan de su tierra natal, piensan en ella con mucha nostalgia, pero afirma que no regresarían a la Venezuela de ahora, deberían cambiar muchas cosas para que su regreso se dé. Además desde que están en San Juan, no fueron ni siquiera de vacaciones.

La pareja nació en el Estado Zulia, que es uno de los 23 estados venezolanos. Su capital es Maracaibo, y es justamente por eso que con ese nombre bautizaron a su negocio. Está al noroeste del país, limitando con el Mar Caribe. Por lo que para Astrid y su esposo, llegar a San Juan también fue un desafío climático y geográfico.

 Del mar pasaron a las montañas, de las temperaturas caribeñas, pasaron a las heladas. Pero aun así cuentan que les encanta San Juan, aman su tranquilidad y las múltiples posibilidades que tienen para poder trabajar. Saben que nada es fácil, que hay que poner el hombro y que muchas veces los ven como los “extranjeros”, pero en general, cuentan que la gente los trata bien, además de mantenerse en continuo contacto con la comunidad de venezolanos que reside en la provincia de San Juan.