• 29 de marzo de 2025

La señora incertidumbre

La señora incertidumbre

Por Juan Carlos Bataller

De pronto la inteligencia artificial se transforma en conversación de todos los días y nos dibuja un gran signo de interrogación.

Sí, cuando creíamos que todo lo sabíamos, la incertidumbre se aloja en nuestra piel.

Y empieza a tambalear nuestro mundo poblado por millones de seres anónimos, acostumbrados a la sonrisa del político, el lifting de la estrellita, el último romance de la farándula.

Digámoslo con claridad: estábamos acostumbrados a un mundo sin mayores turbulencias donde algunos se enriquecían y otros luchaban por llegar a fin de mes.

>>> 

No a todos nos gustaba ese mundo donde el ascensor del mérito no siempre funcionaba y más de una vez era desplazado por el acomodo o el arribismo. Pero era un mundo previsible aun con sus cuotas de violencia y su sexo disfrazado de amor.

En nuestro papel de simples espectadores vivíamos pendientes del último celular, del reloj que controlaba nuestros signos vitales, del televisor de 100 pulgadas y la cada vez mayor presencia del comercio electrónico, el teletrabajo y los niños con tarjetas de mercado pago y acceso a todo lo bueno y lo malo de internet.

>>> 

Pero en ese mundo previsible, los poetas seguían escribiendo sus poesías, los cantautores nos emocionaban con sus canciones y hasta nos habíamos acostumbrado al plus de los médicos y la lenta muerte del papel impreso.

Es más, nos asombrábamos de lo lejos que habíamos llegado cuando con un simple whatSapp podíamos ver y conversar con el hijo que había emigrado en busca de mejores climas o con el celular que adivinaba nuestras conversaciones privadas y nos ofrecía justo lo que necesitábamos o nos decía por qué sitios  habíamos andado.

>>> 

Hoy la incertidumbre reina. Pero lo paradógico es que las preguntas que nos abruman están referidas a la tecnología. ¿Qué pasará con nuestros trabajos? ¿Qué profesiones pueden desaparecer?

Hasta las potencias se disputan esos avances tecnológicos: quién es líder en automatización, en vehículos automatizados, en teléfonos supeinteligentes, en robots con memoria y hasta piel sin arrugas ni celulitis.

>>> 

Y es en este punto donde nosotros –repito, simples espectadores- observamos lo que pasa en una fiesta donde somos protagonistas sin derecho a opinión.

Y surgen otras preguntas: ¿Qué pasará con los humanos cuando las máquinas se hagan cargo de nuestros trabajos? ¿Adonde irán a parar los bisabuelos que superen los prometidos cien años? ¿Habrá lugar para la mesa de los domingos en ese mundo supertecnificado? ¿Quedarán rincones para el amor?

¿Las máquinas inteligentes serán capaces de transmitirnos las mismas emociones que hoy nos generan nuestros poetas, nuestros músicos, nuestras canciones? ¿Estará la flor que perfumaba el escritorio de una secretaria o todo será producto de plásticos y esencias?

>>> 

Si, queridos amigos.

Los cambios más grandes serán los nuestros. Empezando por el concepto de verdad. ¿Qué creer en un mundo donde las “fake news” o falsas noticias tienen apariencia de ciertas?

¿Dónde quedarán nuestros recuerdos en un tiempo donde todo tiene fecha de caducidad?

¿Saben? Debajo del traje o del uniforme de todos los días, nuestra generación sigue escribiendo poemas, continúa soñando con la canchita del baldío, aún tiembla con el beso enamorado y se sigue emocionando con las canciones cuyas letras entendemos.