- 19 de octubre de 2024
Flagrancia y la burocracia administrativa


POR EDUARDO QUATTROPANI
Desde el año 2017, en que se puso en vigencia el Sistema de Flagrancia, se acordó tácitamente que uno de los pilares del éxito del sistema era la disponibilidad exclusiva de Jueces, Fiscales y Defensores Oficiales para su operatividad; junto a ello, el trabajo en horario matutino y vespertino, tanto del aparato jurisdiccional como del aparato administrativo.
Aunque algunos no se hayan dado cuenta, la existencia de cuatro salas de juicio, cuatro Jueces, cuatro Fiscales, cuatro Defensores Oficiales, no fue obra de la casualidad, sino una estrategia que dio base al éxito del sistema; a diferencia de algunas jurisdicciones, en las que, por haber perdido esos parámetros y esas exclusividades, el fracaso estuvo a la puerta del sistema. Bajo esas premisas, el sistema de Flagrancia puede definirse como exitoso, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo, debiendo ponerse el acento en esto último, pues caso contrario, estaríamos ante una parodia de administración de justicia.
El tiempo y las decisiones de quienes aconsejan o toman decisiones administrativas, sin conocimientos reales de fondo, ha comenzado a sembrar el germen del debilitamiento del sistema, ocupando los Jueces de Flagrancia para cuestiones distintas a las de su competencia original y debilitando la vieja y sana costumbre de trabajar en horario matutino y vespertino bajo el pretexto de falta de operadores técnicos o administrativos, cuando la verdad es que se hizo y se hace el nombre de una visión administrativa absolutamente distorsionada, lejana a la mala fe, pero demasiado cercana a la ignorancia.
Alguien debe advertir esta situación, nos toca, alguien o algunos deben corregir esos desvíos administrativos que comenzaron siendo lagunas en el camino y que van marcando una característica o naturaleza casi oceánica. Aquellos que puedan creer que lo que se describe es generado por algún problema personal, en verdad, deben asumir que lo que hacen es caer en el análisis facilista, de modo tal de no querer hacer el esfuerzo de corregir lo que parece, al presente, incorregible.