- 10 de agosto de 2024
Sudestada financiera: ¿tormenta tropical o fin de ciclo?


POR MARCELO DELGADO
El lunes pasado, el índice Nikkei (Mercado de Valores de Japón), cayó un 14,5% y llevó todos los activos globales a la baja, comenzando primero por los mercados europeos y luego los americanos. El último gran golpe a los mercados nipones fue en 1.987. Más de 36 años de estabilidad y expansión se vieron amenazados en un proceso que comenzó el miércoles anterior, con la suba de las tasas de interés del Banco de Japón, del 0,1% al 0,25% y 0,50% anual, y dejó claro que seguirá incrementando el costo del yen. Paralelamente, el viernes 2 de agosto, se conoció que Estados Unidos llegó al 4% de desempleo y una caída de la actividad en el segundo trimestre. Esto llevará a que la Reserva Federal baje las tasas por debajo del 4,25% anual para reactivar la economía. Esto provocó una revaluación de la moneda nipona contra una baja del billete americano. Con estos datos, los operadores financieros huyeron de los activos de riesgo y, en particular, de las acciones tecnológicas y procuraron refugios en activos más seguros.
Para comprender mejor lo que ocurrió, voy a ilustrar cómo funcionan los mercados financieros y su finalidad en la economía. El aparato productivo de la economía de un país o una región necesita de un sistema financiero que canalice las inversiones (acciones) y los préstamos (bonos y bancos), que se financia con el ahorro de los particulares y las empresas. El flujo financiero dinamiza los mercados productivos, inyectando recursos que son retribuidos mediante dividendos e intereses. De esta manera, las empresas cuentan con el dinero (capital o préstamo), para adquirir máquinas, tecnología, contratar personal y entonces producir, vender y luego cancelar los intereses de los préstamos y pagar los dividendos por las acciones. Así en la teoría, funciona muy bien.
Pero la realidad, es que muchas veces el flujo financiero no va directo al sistema productivo, sino que se queda especulando (arbitrando o “carry trade” técnicamente hablando) antes de llegar a la economía real. Japón, desde hace años, tiene un costo bajísimo del dinero para sostener su matriz productiva. Muchos tomadores de préstamos, en vez de canalizarlos a sistemas productivos, aprovecharon los intereses casi nulos del banco de Japón, y lo invertían en empresas tecnológicas (con altas tasas de retorno) y luego con el incremento de esos activos (superiores al 5% anual en dólares) los transformaban nuevamente en yenes para devolverlos, dejando buenas rentabilidades con el “trade”, sin mayores esfuerzos.
Esto provocó una demanda artificial desmedida de los papeles tecnológicos, y se desvirtuó el objetivo del banco japonés de reactivar su economía. Por ello, la institución financiera decidió incrementar las tasas para ir llevando el costo del dinero a valores que neutralicen el arbitraje. Se dio la tormenta perfecta, porque no sólo se encareció el préstamo, sino que los operadores en masa se desprendían de las acciones, haciendo caer al mínimo sus valores (exceso de oferta). Se cortó la cadena, diríamos en un buen romance, y se achicó el margen para hacer dinero, sin mayores esfuerzos y a bajo riesgo. La alarma puso en tensión a todos los organismos financieros, que repararon en la necesidad de coordinar sus políticas de tasas y créditos.
Si este escenario se mantiene y fortalece en el tiempo, nace un nuevo orden financiero internacional, o el lunes 5 de agosto de 2024, habrá sido el día de una tormenta tropical más en la historia de las finanzas.