• 30 de noviembre de 2024

Abrir el capital y tomar deuda para crecer

Abrir el capital y tomar deuda para crecer

POR MARCELO DELGADO

La economía capitalista de mercado es como una moneda: una cara es la producción y la otra la financiación. Unos actores producen y otros invierten y prestan. Algunos reciben intereses (los prestamistas) y otros dividendos (los que toman más riesgo, comprando acciones o capital). Pero en definitiva, para que un proyecto prospere lo más rápido posible, es necesario contar con dinero fresco para comprar pronto y bien, y poner en valor una idea, proyecto o negocio, que permita devolver el capital, los intereses y generar una utilidad para los inversores.

Este ejercicio, donde unos producen, otros invierten y algunas prestan, funciona en economías con cierta estabilidad, monetaria, jurídica y social. Argentina, desde el retorno de la democracia, lleva muchos periodos de fuerte volatilidad, y el desarrollo empresario enfrenta el desafío de producir, pero también procurar el financiamiento con recursos propios, lo que genera altos costos, y al mismo tiempo, demoras en las inversiones. Salvo algunos subsidios estatales, el resto de los proyectos, se ponen a consideración de la mesa chica de decisiones y están asociados al riesgo que pretendan asumir sus dueños. Cuanto mejor están, menos riesgo están dispuestos a tomar. El mercado de capitales, los bancos, las sociedades de inversión, bolsas de comercio, se ocuparon del mercado cambiario, prestar a las garantías y resolver algunos temas del consumo. Poco, o mejor dicho nada; referido a los proyectos productivos. Esta realidad ha provocado que las empresas tengan techos de crecimiento muy bajos y rentabilidades afectadas por fuertes ineficiencias.

Sin embargo, la baja de la inflación y el clima positivo de negocios alienta a buscar nuevos modos de financiar proyectos, de buscar saltos de calidad en las empresas, de generar escalas de producción más ambiciosas y soñar con grandes desafíos.

Pero salir al mercado a buscar inversores, financiadores y adhesiones al un proyecto, implica mostrar los números, confeccionar planes de negocios consistentes y realistas. Convencer a inversores no sólo se logra con buenos rendimientos o tasas. Se requiere que el proyecto esté fundamentado, que el equipo de gerencia tenga solvencia para llevar adelante la empresa; que la idea no sólo se funde en aspectos económicos, sino también se pueda sostener a futuro, social y ambientalmente. En verdad, si miramos a nuestras organizaciones, podemos afirmar que no están preparadas para ese desafío. Se forjaron en un modelo paternalista y dependiente de sus dueños y les cuesta ahora entender y adecuarse a los nuevos desafíos. Pero si no lo hacen, serán presa de otros actores que están dispuestos a hacerlo, que, además, no tienen mucho para perder y van por todo.

En el mundo de los negocios, se crece con deuda (apalancamiento financiero), y la empresa es una organización productiva, que se concentra en su negocio, y el financiamiento es tarea de inversiones y bancos. Los gerentes gestionan los recursos, deben mantener informados y convencidos a los accionistas y cuidar el riesgo de quiebre. Este cambio de paradigma que necesitan nuestras organizaciones exige capacitación y preparación. ¿Seremos capaces de hacerlo, o nos lamentaremos de que vengan de afuera a pescar en la pecera?