- 17 de agosto de 2024
A 10 años de la muerte de Eduardo Bustelo

Aunque siempre escuché hablar de Eduardo Bustelo, fue en los últimos años de su vida cuando lo traté con cierta frecuencia. Ya era un hombre de consulta entre sus pares diputados.
No es fácil encontrar un intelectual que esté de vuelta del inconducente oficio de ganar discusiones. Y cuando uno lo encuentra cualquier charla se enriquece y se vuelve placentera.
Esto es algo que no se crea de la noche a la mañana ni se puede fingir.
Desde el principio me impresionó la capacidad de Bustelo para escuchar y manejar con cierta sonrisa enigmática sus palabras y sus silencios.
Bustelo no era un improvisado. Se graduó con medalla de oro al mérito tras cursar Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Cuyo.
Hizo la maestría en Ciencia Política y administración pública en Chile.
En Inglaterra obtuvo el máster de ciencia en Política y Planificación Social en la London School of Economics and Political Science.
Fue docente universitario, escribió decenas de ensayos y fue el primer director de la oficina de UNICEF en Argentina y asesor en Desarrollo Humano para la Oficina Regional de UNICEF para América Latina y el Caribe. Nunca lo vi como un político tradicional, aunque tuvo militancia. Fue secretario de Desarrollo Social y Medio Ambiente del Gobierno Nacional durante la gestión de Graciela Fernandez Meijide. Y, ya de vuelta en San Juan, fue electo diputado por el justicialismo y designado vicepresidente primero de la Legislatura de la Provincia.
Pero su militancia estaba en el plano de las ideas y sus afanes, muy especialmente en el campo de la infancia, con una admirable versatilidad para transitar tanto los espacios académicos como los de gestión.
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Los años pasan y como un manto el silencio va cubriendo hechos y protagonistas. Por eso, cuando se cumplen 10 años de su muerte es bueno recordar a Bustelo y su afán de sacar del ámbito de la beneficencia el tema de la infancia y colocarlo como un tema central de las agendas públicas.
JCB
Eduardo, desde la razón del sentimiento y la proximidad del recuerdo
El miércoles 31 de Julio, nos encontramos para celebrar su memoria en la Cripta de la Catedral, con misa celebrada por el padre Andrés Riveros a quien agradezco y abrazo.
Un lugar que significa memoria e historia, dos dimensiones que Eduardo honró en su vida y en la política. Porque la política no es para ser felices sino para ser libres— decía, sintetizando el concepto de Hannah Arendt. Libertad que se cuida, se comparte y no hace daño.
La Cripta, patrimonio histórico de los sanjuaninos fue entre los 60’ 70’, lugar de encuentro de juventudes católicas, de la mía y la de él —tal vez entonces, nos vimos sin vernos. Fue recién, 30 años después bajando otra escalera, en el resinto de sesiones de la Legislatura de San Juan. Una mañana triste para él. Había perdido su primer eleccion como diputado.“Tristeza nao tem fin…”, escuchaba ese domingo triste, después de conocer los resultados.
Un largo periplo hasta llegar allí, el mío y el de él. Nos supimos sin conocernos y nos quisimos, sin postergaciones. Así era Eduardo, decidía, proponía, acompañaba, escuchaba y sabía el silencio. Un día tomamos la decisión de celebrarnos y entonces, después de once años nos casamos. Compartimos la alegría con nuestras familias, amigos, amigas e hijos, León y Santiago.
“Tristeza nao tem fin, felicidade si” continua la canción.
Yo iba llegando a Humahuaca. Él en San Juan; unos análisis pendientes y un resultado y entonces lo dijo: adeno carcinoma de mediastino. La casona estaba sola, me apoderé del patio y le aullé a la luna. Regresé inmediatamente. El abrazo en el aeropuerto nos dejó solos, rodeados de gente. Y ahí sentímos, que empezaba otro camino.
Para el enigma de morir, no hay inteligencia artificial, pero es tan real e importante como vivir. Eduardo vivió intensamente las dos. Días antes, mientras se le iba agotando el presente escribía: Porqué vivir siempre el hoy? Porqué solamente el ahora? Porqué renunciar a una historicidad y a una pertenencia social? Porque inhibirse de construir un futuro (esa palabra ahora tan temida)? El hombre/mujer abandonados y en plena soledad azotados por la negatividad del mundo? La salida es sólo el Yo vuelto siempre sobre el mismo?»
La ceremonia en la Cripta también fue corolario de aquel recorrido que pocos conocen. A los diez años, Eduardo niño se separa de su familia e ingresa al Instituto Albertinum en Molinari, Córdoba, para continuar luego el seminario. Seguramente, la lejanía y soledad y compartir con infancias como la suya, pautas, reglas y limitaciones habrán nutrido de sentido experiencias posteriores.
A los diescisiete años, no le resultó fácil contradecir el mandato. Compareció incluso ante Monseñor Manfredi, sosteniendo su decisió de Ingresar a la Universidad Nacional de Cuyo, a Ciencias Políticas. Luego una maestría en Chile y posterioremente, durante la dictadura, una beca le valió un post título en la London School of Economics. No podía regresar al país; había sido cesanteado y puesto en lista negra—con documentación de la sentencia.
Siguió luego un largo periplo por Naciones Unidas, UNICEF, viajes, libros y publicaciones. Designado para crear la primer oficina regional de UNICEF en Argentina.
Después de unos años, elige profundizar en el sentido de la justicia social, la militancia, la participación en política y volver a San Juan.
Transcurría la vida, entre el jardín y las 1200 toneladas de piedras de una casa soñada por nosotros y concretada por nuestro amigo, el Toto Muñoz. El Eduardo íntimo; compartiendo tiempos entre el arte y la escritura y mis improvisadas versiones en el piano, con su atenta escucha. Y el Eduardo público; honrado de ser diputado de su provincia y de participar en propuestas colectivos, asesorando, acompañando, siendo un referente atento a su tiempo y a su prójimo.
Actuó en foros internacionales. Fue autor y coautor de libros y artículos, anduvo por el mundo junto a lideres mundiales, participó en universidades dentro y fuera del país. Un tipo generoso capaz de hablar por horas y escuchar construyendo sentido; nada le era insignificante; solo lo impacientaba la estupidéz.
“Nunca, fuí invitado a dar clases en la Universidad Nacional de San Juan… lo pondré en mi curriculum ” —lo decía con tristeza y con humor también. Profeta en su tierra, tal vez y demasiada franqueza. Un hombre visionario, involucrado. Pero que también se equivocó en los tiempos humanos y en su propio tiempo. Vulnerable a las traiciones y desconsideraciones y a su prooia fragilidad humana. “No estoy exhento a ninguna de las miserias humanas”, decía. Hoy entiendo porqué, su último libro marcado de puño y letra fuera el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa.
Transitó su finitud con la conciencia del tiempo acotado. Nos quedó el Congreso de Medellín, que siguió agendando hasta el final y el viaje a Londres para conocer su escuela.
Tal vez, si existe un universo del que solo conocemos el 4% dicen, en lo desconocido esté escondida la posibilidad del Dios que nos habita, a pesar de nuestro propio excepticismo, diría Eduardo, este hombre simple y complejo que tuve el amor de conocer.